Cuando le conocí.
Era una tarde de viernes anodina, mi plan incluía epilady, tragar algo de telebasura y cenar alguna porquería.
Nada me hacia presagiar que hoy le conocería.
La tarde se complicó. Una llamadita de una amiga, dos veces que insistió y ya estaba el lío hecho. No me emocionaba demasiado el plan, así que una duchita rápida, un pelin de maquillaje y en marcha.
Y allí me planté sin saber muy bien por qué, con dos amigas, las excéntricas de sus primas y la anfitriona.
Según pasaba la tarde la verdad es que me animé. Y reconozco que pese a mis prejuicios, me divertí mucho.
Estaba a punto de conocerle. Era discretito. Pasaba muy inadvertido, pero no sé por qué a mi me cautivó. El resto se fijó en otros, así que vía libre para mí.
Cuando le rocé, lo supe. Ese escalofrío que recorre la espalda no dejó lugar a dudas.
Tú ibas a ser mío.
Y ahora no hay una sola noche que me separe de él.
Fue un tuppersex genial.
